lunes, 26 de noviembre de 2007

Fantasmas de víctimas descuartizadas llevaron a la locura a varios 'paras' en Meta y Casanare


Esta historia revela una más desgarradora: la de niños que 'Martín Llanos' reclutaba y son hoy veteranos de guerra con 18, 19 o 22 años. Apenas ahora se atreven a contar los horrores que vivieron.
Guardadas las proporciones, podría compararse con lo ocurrido a los niños de Sierra Leona que ha escandalizado al mundo: niños reclutados a la fuerza y "entrenados en la barbarie para perder el pudor y convertirse en asesinos eficientes", como diría la columnista Natalia Springer.
En una larga entrevista con un llanero que a los 17 años, en el 2004, ya era veterano de la más cruenta pelea 'paraca' que haya vivido el país -la de los 'buitragueños' de Martín Llanos (el único jefe paramilitar que no desarmó a su ejército) contra los 'urabeños' de Arroyave- él me contaba que a veces les dejaban los muertos "a los 'chulos'" y otras veces los "picaban" para echarlos a los ríos. Me explicaba que "tocaba chicotearlos y sacarles las tripas, porque si no, flotaban. Las tripas las pincha uno, les abre hueco para que se llenen de agua y al río las echa también".
-¿Y a alguno le daban pesadillas?, pregunté.
Para responder, comenzó a contar unas historias hasta ahora desconocidas:
-De todas esas muertes se formó un problema ni el verraco. ¡Como cosas del diablo! -dijo con sonrisa apenada-. La gente se volvía loca, se les metía un espíritu y los ponía a que se golpearan contra los árboles. Amanecían con morados por todo lado. Como metérseles el demonio.
Y continuaba. "Uno le pregunta al espíritu: '¿a qué viene? ¿qué quiere?' y él le hablaba a uno en el cuerpo de la otra persona y decía, por ejemplo: 'Yo vengo porque a mí me mocharon en tal parte y no me tiraron completa donde me tenían que tirar y si no me regresan eso entonces sigo golpeando la gente'. Ese espíritu soltaba al uno y agarraba al otro y así era casi todos los días esa recocha".
El cuento puede parecer absurdo para muchos, pero lo cierto es que en medio de esa inmensa sabana, tan fértil para lo mítico y lo mágico, a los 'paracos' les tocó vivir un verdadero infierno con los fantasmas de sus víctimas descuartizadas. Y como esas historias del llanero, otros siete protagonistas de la guerra, relatan episodios similares.
Dos muchachos que tratan de recuperarse en Bogotá de las lesiones mentales que les dejó esa guerra -a la cual los llevaron a la fuerza reclutadores que cobraban 200 mil pesos por cada uno-, recuerdan que en el Tropezón (la que era sede de los paramilitares de 'Martín Llanos' a dos horas de Puerto López), "a un man se le metió un espíritu. Le pusieron una virgen y el comandante le preguntó: '¿De dónde viene? De parte de Dios o de parte del diablo'. Y el espíritu le contestó: 'No, es que a mí me confundieron. Yo no era guerrilla, yo era un campesino'".
Otros eran 'cruzados'
Las mujeres, según varios de los entrevistados, eran las más propensas a "que se les metiera el diablo".
Los hombres, por el contrario, preferían convertirse en 'cruzados' a través de "un rito satánico para proteger la vida en los combates a cambio de entregar el alma", como lo explica en su tesis de maestría aún no publicada, Liliana Ramírez Arias. Según la investigadora, el rito lo hace un "brujo" -hay dos en los Llanos- con un gato negro sin ojos del cual se bebe la sangre para que "entre al cuerpo del cruzado la protección del diablo".
El 'cruzado' tiene que pintarse las uñas de negro para que en medio de los combates pueda ser identificado por el ser que lo protege.
Por eso, el 11 de abril del 2006, cuando se desmovilizaron cerca de 1.800 hombres de 'Héroes del Llano' y 'Bloque Guaviare' (distintos a los de Llanos y Arroyave), en un corregimiento de Puerto Lleras (Meta), se vieron muchos con uñas negras.
En el diario de un comandante paramilitar del bloque de Miguel Arroyave, publicado por la revista Semana, este cuenta que cogieron a 15 muchachos de 'Martín Llanos' y uno de ellos, en muy mal estado, le pidió que mejor lo matara. "Déjeme morir. Me tengo que morir hoy. Hace un tiempo yo hice un pacto con el más allá para obtener protección. A mí me rezaron en cruz y según la persona que lo hizo, para que no me entrara el plomo yo tenía que obedecer algunas cosas que las ánimas pedían que hiciera y hoy ya me dijeron que me había llegado la hora", habría dicho el joven. "Vi las heridas -escribe el comandante- que eran muy profundas, algunas atravesaban el cuerpo y la verdad es que eran muchas como para que todavía estuviera vivo".
Un infierno que el país no vio
Pero más allá de los espantos lo cierto es que la manera cómo reclutaba y entrenaba 'Martín Llanos' a sus combatientes (2002 y 2003) y luego la guerra en la que se trenzó con los 'urabeños' durante dos años y medio (abril del 2003 a octubre del 2005) convirtió a gran parte del Meta y el Casanare en un verdadero infierno.
En el 2001, 'Martín Llanos' decidió hacer fuerte su ejército. En un solo curso, de los varios que hizo en el 2002, entrenó a 220 muchachos. Se veían niños hasta de 13 años. A muchos los recogían de los pueblos y fincas de la zona, a otros los sacaron de correccionales como la de Villavicencio, se llevaron niños de la calle de Bogotá, muchachos en las esquinas de Ciudad Bolívar, del Tolima y hasta algunos incautos que caían con avisos que invitaban a ir a un "centro de rehabilitación especial para la drogadicción".
"A muchos les decían que iban a recoger arroz, y cuando llegaban y se daban cuenta, se veía mucho hombre llorar", recuerda uno de ellos.
Y lloraban porque los entrenamientos eran campos de exterminio: muchos se quedaban a mitad de camino destrozados por sus mismos compañeros. El método 'pedagógico' era macabro: se deshacían de los débiles o los que no parecían estar convencidos de la causa y con sus crueles asesinatos le daban al resto lecciones de barbarie.
Cada uno de los entrevistados tiene su propia historia de como, a los pocos días de llegados, les tocaba participar del descuartizamiento de cualquier recluta por una falta ínfima. No importaba la falta, era solo una excusa para convertir, en menos de dos meses, muchachos de 16 años en hombres dispuestos a matar.
"Los cursos antes eran más difíciles, de 20 que entraban solo salían (vivos) 10 ó 5. Después, de 180, solo se quedaban en el camino 10 ó 15".
Un tolimense, al que se llevaron de 16 años, cuenta su primera 'lección': "Una pelada se acostó con un man y quedó embarazada. La mataron y todos teníamos que pasar para partirle un pedazo y entregárselo al comandante. A uno le tocó el feto de un mes".
En un momento dado, abrumados además por la inmensidad del llano y la soledad, perdían cualquier sentido de los valores humanos. Hasta el punto de que tomaban como un pasatiempo de adolescentes comer carne humana.
"Lo de la carne es curiosidad. En los cursos del 2002 o 2003 comía carne el que quisiera. En los de antes sí les tocaba obligados. En mi curso mataron a a un ñero que con la droga tenía pasado el cerebro. Mataron al chino y un comandante dijo: traigan un pedazo de carne para que pruebe al que se le de la gana o si no todos jartan a las malas".
-¿A qué te supo la carne?
-Normal. Comí del lado de la nalga. Como usted comer carne de marrano. Como usted fritar un pedazo de cuero con carne. Todo mundo como que sí comía, como que no. Cada uno cogía su pedacito. Y ya si le gustó se lo comía.
Y es enfático en dejar claro, -No es para cogerlo de vicio y que si se le acabó la carne entonces mate al vecino".
En confesiones que han recogido fiscales de Justicia y Paz, otros 'paras' han contado también este tipo de escarceos caníbales. Los ejemplos de episodios macabros, ocurridos en esa tierra, abundan.
Duerme por ejemplo en expedientes el testimonio de 'Menudencias', un muchacho de 23 años con cuerpo de niño que un día en la cárcel de Acacías dijo ya no poder con el cargo de conciencia y contó de un señor de apellido Polo con dos hijos guerrilleros al que el comandante 'Solín', en Aguazul (Casanare), para que confesara donde estaban sus hijos "le inyectó un veneno de prueba en humanos". Lo encerró en un cuarto y los demás miraban por las rendijas. "Se le salían los ojos al cucho y los demás juagados de la risa".
Contaba también como les hacían tomar la sangre de los compañeros que mataban en entrenamiento "para obtener la fuerza del muerto".
Los dos años de apocalipsis
De todas esas historias nunca el país se enteró. Ni tampoco, a pesar de todo el ruido que implicó, se dio mediana cuenta de la dimensión de la guerra de abril del 2003 a octubre del 2005.
'Martín Llanos', que dominaba gran parte del Meta y Casanare, en un ánimo de expansión desde el 2001 se empezó a extender hasta Mapiripán y Caño Jabón (ruta importante de la coca hacia el Guaviare) y hasta Boyacá. Mientras que Miguel Arroyave, que recién había comprado el bloque 'para' a Vicente Castaño, empezó a tratar de recortarle terreno.
Al principio, cuenta un investigador que vivió de cerca esa guerra, era una pelea entre 'criollos' (los de Llanos) y 'paisas' (los de Arroyave), en la que estos últimos, a pesar de ser grandes y fuertes, llevaban las de perder porque no conocían el terreno. Luego, bajaron a ayudarle a Arroyave tropas de Carlos Castaño, de 'Macaco' y de 'Don Berna'. Y lograron sacar a los 'buitragueños' del Meta en diciembre del 2003.
¿No pasa nada?
Y en la estocada final -sacarlos del Casanare- tuvo que ver el proceso de negociación con el Gobierno en Ralito. Como 'Llanos' se rebeló y a pesar del ultimátum que le dio el presidente Álvaro Uribe en agosto del 2004 no quiso ser parte de la mesa de negociación, la artillería del Ejército acabó con sus tropas.
"Era triste ver cómo esos niños (los de 'Martín Llanos') al ver esos tipos grandes y los helicópteros, botaban el fusil y salían corriendo", cuenta una autoridad judicial de la zona.
¿Y que pasó con todos? Arroyave es asesinado en noviembre del 2004, en plena negociación con el Gobierno.
'Martín Llanos' logró fugarse del cerco oficial en octubre del 2005. No se sabe nada de él. Su papá, Héctor Buitrago, hoy sigue reclutando.
Los grupos herederos de los 'paras' ('cuchillos ' y 'macacos') se han ensartado en una guerra que en agosto de este año dejó, según la Policía, 250 muertos de lado y lado.
'Cuchillo', señalado de asesinar a su jefe Arroyave, a última hora no se quiso desmovilizar y hoy manda a nuevos 'paras' desde el Guaviare.
Y en Bogotá, en un barrio popular, hay un muchacho de 19 años, que tres años después de vivir ese infierno me dice: "Por la noche me despierto con miedo".

Tutela que ordenaba libertad a 'parapolíticos' fue revocada por Tribunal Superior de Montería

Una tutela de un juzgado de Lorica había abierto la posibilidad de que 13 firmantes del Pacto de Ralito recuperaran su libertad.
El magistrado ponente, Jairo Lora Villa, explicó que la decisión del organismo judicial se fundamenta en que una acción de amparo de esa naturaleza no procede ante un juez del Circuito, en este caso el de Lorica; sino que es jurisdicción de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia.
"En todos sus efectos fue revocada la decisión de la tutela, porque no es del resorte del juez que firmó el fallo", precisó lacónicamente el funcionario.
Sin embargo, aclaró que el Tribunal no se manifestó en cuanto a la solicitud de cambio en la naturaleza del delito, como lo planteó en su fallo el juez Manuel Salvador Benedetti Torralvo, encargado del despacho al momento de firmar la tutela.
Benedetti ordenó que la Fiscalía cambiara la acusación de concierto para delinquir agravado por simple.
Agregó que por esta actuación la Fiscalía podría abrir una investigación penal en contra del juez Benedetti.
De hecho, el Consejo Seccional de la Judicatura en Córdoba ya inició una de carácter disciplinaria en contra de este funcionario.
En cuanto al juez titular del Juzgado Penal del Circuito de Lorica, Jairo Enrique López Ramos, la semana pasada el Tribunal Superior de Córdoba lo declaró insubsistente ante una serie de investigaciones y sanciones que recaían en su contra.

Canje interruptus


Uribe tuvo razones para suspender la mediación de Chávez en el acuerdo humanitario. ¿Quemó su mejor carta?


Cuando bajaba de las escalinatas del avión, Piedad Córdoba decidió llamar desde su celular al general Mario Montoya, comandante del Ejército. Eran casi las 2 de la tarde y el avión presidencial de Hugo Chávez acababa de aterrizar en Caracas, procedente de La Habana, donde había hecho escala volando de París.La llamada a Montoya era una de las más de 15 que la senadora había realizado a personalidades de los establecimientos político, mediático y militar colombianos para invitarlos a Caracas y hablar sobre los detalles del encuentro que 24 horas antes habían sostenido Chávez y el Presidente francés Nicolas Sarkozy en el Palacio del Elíseo en París. Mientras cruzaban el mar Caribe a 35.000 pies, Piedad y Chávez conversaron sobre la intención de viajar juntos a Bogotá y contarle al presidente Uribe lo ocurrido en Francia. Cuando aterrizaron en Caracas, ella estaba emocionada y ansiosa de contarles a los líderes de opinión de Colombia los nuevos avances. Chávez, por su parte, estaba optimista con el tema del acuerdo, pero angustiado por su retraso de tres horas para llegar a una multitudinaria manifestación de apoyo a la reforma constitucional que él lidera y está en su recta final en Venezuela.




Poco después de cumplir un mes en su papel de facilitadora, Piedad llegó hasta el campamento de jefe guerrillero ‘Raúl Reyes’. El encuentro despertó el optimismo. Era el primer avance concreto de la senadora

Para Piedad Córdoba era indispensable ver a Simón Trinidad en la cárcel en Estados Unidos para enviar un mensaje de que su papel era humanitario.


Lo que no sospechaban era que esa llamada al general Montoya iba a cambiarlo todo. Lo que según Piedad era una simple llamada protocolaria, dio un giro inesperado en el momento en que el presidente Chávez le pidió hablar con el comandante del Ejército colombiano. ¿"Cuantos son los militares que están secuestrados, general"?, preguntó Chávez a Montoya luego de darle un extenso y fraternal saludo a él y a su familia. Diez horas más tarde, un comunicado de la Casa de Nariño notificaba que su misión a favor del acuerdo humanitario había terminado.Lo que para Chávez no era más que un acto de espontaneidad, para Uribe significó el incumplimiento a su palabra con el que, además, cruzaba la sagrada frontera de la soberanía colombiana. El comunicado de la Presidencia fue emitido al filo de la media noche, cuando el país dormía y las rotativas de El Tiempo imprimían ya una primera página que abría con la posibilidad de que el presidente Uribe arrancara un proceso de paz si se liberaba a todos los secuestrados. En la madrugada del jueves, sólo unos pocos ejemplares en Bogotá llegaron a los suscriptores con una noticia que parecía impensable y que era diametralmente opuesta "Uribe pone fin a mediación de Chávez"? ¿Qué pasó? ¿Se desvaneció la última esperanza? ¿Qué tanto habían tejido Chávez y Piedad el acuerdo humanitario hasta ese momento? ¿Qué se acabó?"¡Nos echaron, Piedad nos echaron!", le dijo Chávez por teléfono a la senadora el jueves a las 8 de la mañana, cuando ya en Colombia las emisoras recogían las reacciones sobre lo ocurrido. La voz del Presidente venezolano, que había pasado la noche sin enterarse del comunicado del gobierno de Colombia, dejaba notar su sorpresa, su tristeza y su incredulidad. Era consciente de que la continuidad de sus esfuerzos dependía de la voluntad del presidente Uribe pero, según personas conocedoras del proceso, lo creía incapaz de sacarlo con un portazo en la cara. Chávez no tomó en serio las advertencias que le llegaban desde Colombia y los análisis que muchas veces les hizo el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, sobre asuntos que no se podían perder de vista a la hora de tratar a las Farc. Chávez nunca les dio la trascendencia que aquí sí tenían, quizá porque a pesar de sentirse conocedor de Colombia, el presidente Chávez y sus ministros ven la problemática colombiana con una sorprendente ingenuidad. Él, como Piedad, a la que la caracteriza el mismo arrojo no calculado, confió siempre en que la fórmula que estaban aplicando para alcanzar el acuerdo tenía los ingredientes necesarios para surtir el efecto buscado. El de lograr que tanto el gobierno como las Farc se movieran de sus inflexibles posturas y superaran la discusión sobre el despeje de los municipios de Florida y Pradera. Desde agosto, cuando tuvo el aval del gobierno, Piedad Córdoba se dedicó en cuerpo y alma al acuerdo humanitario. No contaba más que con su instinto político y fue este el que la llevó a conquistar unos terrenos que ningún otro facilitador del acuerdo había conquistado: la confianza de las Farc, un mayor interés de Estados Unidos y la participación de Chávez. Una vez con Chávez a su lado, Piedad escudriñó la otra cara del intercambio humanitario, representada en los guerrilleros presos en las cárceles del país. Se mostró solidaria al visitarlos y al revisar sus procesos penales. Las familias de los guerrilleros tuvieron una atención que no se les había prestado antes y así se lo manifestaron a Chávez en una visita a Bogotá. Piedad envió a las Farc el mensaje de que su gestión no desconocía la contraparte exigida para liberar a los secuestrados, que es justamente la de liberar sus presos, y ratificó así el carácter humanitario de su tarea. Con ese trabajo adelantado, Piedad llegó al campamento de 'Raúl Reyes' y logró que las Farc, por primera vez, entraran en interlocución con el presidente Chávez. 'Reyes' aceptó una reunión directa con el mandatario venezolano para el 8 de octubre. La entrega del video-mensaje de las Farc fue transmitida en directo por la televisión venezolana desde cuando Piedad pisó el Palacio de Miraflores. El hecho se interpretó como un signo de eficiencia de Piedad y abrió puertas que enseguida se presentaron como nuevos caminos. En ese ambiente de optimismo, Piedad dio su siguiente paso: conocer de primera mano la posición de Estados Unidos frente a los tres norteamericanos secuestrados. Viajó entonces a Washington, y allí sostuvo una apretada agenda con delegados del Departamento de Estado, el Departamento de Justicia, y varios congresistas demócratas. El gobierno sostiene que todas las entidades norteamericanas lo consultaron antes sobre la conveniencia de recibir a la senadora, y posteriormente le informaron lo conversado.Durante estas gestiones, apareció en la agenda de Piedad el nombre de Henry Kissinger, el famoso ex secretario de Estado de los presidentes norteamericanos Richard Nixon y Gerald Ford. La firma Kissinger y Mc Larthy tenía a Stephen Donehoo como delegado directo de la Northrop Grumman, empresa donde trabajaban los contratistas secuestrados, para que manejara las relaciones de las familias de estos con las instituciones del gobierno norteamericano. Donehoo se convirtió en pieza clave para las gestiones de Piedad en Estados Unidos. Fue él quien propició el encuentro de las familias de Keith Stansell, Marc Gonsalves y Thomas Howes en Caracas con el presidente Chávez y quien creyó en la conveniencia de que Piedad viera, hablara y se fotografiara con 'Simón Trinidad'. Pero no sólo actuó la firma de Kissinger. El propio gobierno norteamericano se movió como no lo había hecho en estos cinco años de cautiverio de sus tres ciudadanos. Thomas Shannon, subsecretario de Estado para asuntos de América Latina, se involucró tan a fondo en la gestión, que alcanzó a protagonizar un pequeño debate con el Departamento de Justicia, que en algún momento se opuso totalmente a la reunión con 'Trinidad'. La cita con el guerrillero colombiano preso duró 30 minutos. Con ella entraron a la reunión dos funcionarios de la embajada de Colombia, cuatro agentes del FBI, dos funcionarios del Departamento de Estado y los dos abogados de 'Trinidad'. Era tal la disposición que mostraba el Departamento de Estado, que le fue permitido al detenido enviar una carta a sus comandantes en las selvas colombianas en la que les decía que su libertad no podía ser obstáculo para avanzar en el acuerdo humanitario. Al final el FBI tomó la fotografía que apareció en la prensa. Mientras todo esto se registraba en los medios, el presidente Uribe y su Alto Comisionado analizaban los pasos de una facilitación que había sido su propio invento. El 12 de octubre se encontraron en La Guajira el presidente Uribe, el Comisionado, el presidente Chávez y la senadora Córdoba. Según el gobierno colombiano, esa reunión sirvió para ajustar las cargas y recordarles que en la reunión que se esperaba que ellos sostuvieran con las Farc era preciso concretar el tema de los secuestrados.El Comisionado Restrepo además les recalcó a los facilitadores que el gobierno no creía conveniente el vuelo internacional que pretendían darle al tema del acuerdo porque podía aumentar las expectativas de las Farc a la hora de sentarse a hablar. Piedad llevaba un mes llamando a varios Presidentes de América Latina para que apoyaran la búsqueda del acuerdo humanitario. El asunto preocupaba al gobierno, que creía que esto desviaba el objetivo central de la misión humanitaria encargada. Con todos esos elementos sobre la mesa, que ya sobrepasaban el terreno de lo anecdótico y adquirían significados políticos, Piedad y Chávez tenían por delante cumplir el propósito de saldar la expectativa creada por la aplazada reunión con las Farc. Y fue entonces como el 8 de noviembre se vio por la televisión que el guerrillero Iván Márquez, miembro del Secretariado de las Farc, salía del Palacio de Miraflores, en Caracas, en compañía del presidente Chávez y la senadora.Más allá de la indignación de miles de colombianos, la imagen levantó los ánimos, al tiempo que dejó un sinsabor por los pocos anuncios concretos sobre la suerte de los secuestrados. En esa reunión, Chávez habría sido enfático en decirle al guerrillero que eran necesarias las pruebas de supervivencia, que él llamó "fe de vida", así como en la necesidad de preparar el terreno para que las Farc accedieran a liberar un grupo de secuestrados y entendieran la dimensión del gesto de Chávez al permitir ese encuentro. Y otro tema que tomaría fuerza más adelante, que fue el de la conveniencia histórica de que las Farc pensaran seriamente en convertirse en un partido político teniendo como telón de fondo los aires de la izquierda en el continente. La reunión con el comandante Márquez terminó con una solicitud de Piedad y de Chávez para que las Farc se comprometieran con seriedad en el acuerdo humanitario. El propio Presidente venezolano les increpó sobre las posibilidades de incumplimiento y les advirtió que él no estaba para que lo dejaran 'metido'. Márquez les dijo que le daba la palabra de las Farc, pero que la organización no creía en la sinceridad del compromiso y la voluntad del gobierno colombiano. "El que los va a dejar colgados de la brocha es Uribe", les dijo. Esta reunión, la única que ha trascendido al público entre las Farc y un facilitador, representó un paso importante para lo que vendría en las semanas siguientes y que desencadenaría el fin. París y el punto final Los días parecían suficientes para que las Farc, tan eficientes en sus comunicaciones, cumplieran la promesa de las pruebas de superviviencia. La meta era llegar ante el presidente Sarkozy el 20 de noviembre, con la foto, el video o las voces de algunos de los secuestrados, en especial de Íngrid Betancourt.Al parecer, el gobierno galo tomó la decisión desde hace meses de no creer en las promesas de las Farc sobre este tema. Dos reuniones que este año sostuvieron los emisarios franceses con 'Raúl Reyes', una en febrero y otra en junio, han tenido como epílogo la promesa de las pruebas sin que hasta ahora les haya cumplido. El gobierno le contó esta situación al presidente Chávez en Santiago de Chile, en una cumbre que resultó traumática para el mandatario venezolano por la reacción del rey Juan Carlos de Borbón, que sentenció el famoso "¿Por qué no te callas?" en plena reunión. En medio del acalorado episodio, Uribe y Chávez le sacaron tiempo al tema y conversaron largamente sobre la reunión con Márquez, y fue allí donde comenzó el espiral de dimes y diretes que enredó al final el papel del venezolano. Para el gobierno, en esa reunión varias cosas quedaron claras. Una, que Chávez quería ver a Marulanda para hablarle de la conveniencia de que las Farc entendieran el escenario que se abría la izquierda en el continente y que meses antes él había bautizado como la "geopolítica". El propio presidente Uribe dijo que le parecía muy importante que al jefe guerrillero le llegara ese mensaje, por lo que se consideró un escenario hipotético en el que se veía posible que en una zona de encuentro, Chávez le hablara a Marulanda. La hipótesis continuó con la idea de que el Presidente venezolano no regresara de esa reunión con las manos vacías, por lo que las Farc podían entregarle un grupo de secuestrados. Se agregó además la idea de que si Marulanda hablaba de política, eso podría significar el inicio de un proceso de paz si este era precedido de la liberación de todos los secuestrados. En ese caso, hasta el propio Uribe estaría dispuesto a reunirse con el máximo guerrillero de las Farc. Así quedaron las cosas en Santiago. Y empezaron los preparativos del encuentro de París. Marchas de solidaridad por Íngrid Betancourt, y otro concierto se llevaron a cabo. El gobierno francés tenía pues el escenario listo para el gran acontecimiento de la llegada de Chávez con las pruebas de vida. Chávez llegó sólo con una carta de las Farc en la que se excusaban y aseguraban que Íngrid Betancourt estaba viva. La carta, recibida por Piedad Córdoba un día antes en Caracas, le sirvió al jefe de Estado Venezolano para sentarse a manteles con Sarkozy y hablar de Colombia, su paz y la liberación de los secuestrados. Los elogios para el presidente Uribe vinieron de todos los presentes. Pero la ausencia de las pruebas pesó en la confianza de los franceses, que una vez más se sentían defraudados por las Farc. Aun así, salieron contentos y optimistas de lo que estaba por venir. La locuacidad de Chávez actuó una vez más en su contra y, contrario al consejo del Rey, Chávez no se calló y contó en público los detalles de la conversación de Chile. Según el gobierno colombiano, habló fuera de contexto y rompió la confidencialidad acordada. Esto produjo el primer comunicado de la Casa de Nariño en el que Uribe reprochó la infidencia y limitó la labor de Chávez hasta el 31 de diciembre. Chávez respondió con tranquilidad y le dijo a Uribe que le daría "una lección sobre el valor de la paciencia" y no le dio mayor trascendencia al plazo mencionado por Uribe. En menos de 24 horas, el gobierno de Colombia reaccionó. Otro comunicado amplió los detalles de los temas tratados en Santiago y se mostró más flexible con el plazo de diciembre, al afirmar que no se trataba de un ultimátum.La crisis parecía saldada pese a que el ambiente nacional empezó a mostrarse más escéptico por la falta de las pruebas.Chávez emprendió el regreso a Caracas en compañía de Piedad Córdoba quien, esclavizada por su teléfono, seguía empeñada en concretar las reuniones previstas con las personalidades colombianas. Horas más tarde, entró la llamada al general Montoya que se convirtió en el fin. Chávez y Piedad se movieron con su particular estilo y le causaron angustias a Uribe hasta que los echó. Hoy, no se arrepiente, pero sabe que quemó su mejor carta.

Amenaza de zoocuestro




Habíamos visto tantas expresiones de la criminalidad aquí, pero el secuestro de perros sí me dejó aterrado.




Ser animal en este mundo dominado por humanos es muy peligroso. Si no lo agarran para ponerlo a pelear con los de su misma especie, como los gallos y los perros, es posible que lo conviertan en filetes empacados sobre bandejitas de icopor refrigeradas si se es vaca, gallina, conejo, pato, pez o crustáceo; o en embutidos piratas si se es caballo; o hasta en insumos para arroz chino en el caso de animales menos comestibles. Si se trata de un animal más exótico, como oso, tigre o elefante, el pobre puede terminar en un zoológico si está de buenas, o quizá animando un circo pobre en el que los payasos le dan fuete y la comida es muy poca. Los de pelaje bonito pueden convertirse en artículo de boutique. O capaz es algún científico de empezar a joder con el ADN del pobre y terminar creando gatos antialérgicos o, mucho peor, cerdos verdes fluorescentes, como sucedió en Taiwán a principios del año pasado. A propósito, ¿cuánta bareta habían fumado los tipos que dijeron "¡ya sé: hagamos cerdos verdes fluorescentes!"? ¿Y cuánta los que les financiaron el proyecto?Pero a pesar de que uno oye y ve tanta cosa, no me había enterado del plagio animal. El mes pasado una banda de secuestradores raptó a Aldo, un perro pastor alemán que se llevaron de su casa en un exclusivo sector bogotano. Al parecer, el pobre Aldo fue sedado y metido entre una bolsa. Luego mandaron pruebas de supervivencia que consistían en fotos del perro encadenado y grabaciones de sus aullidos, para mostrar cómo lloraba en las noches y presionar el pago del rescate, nada más ni nada menos que 630 millones de pesos. El Gaula, división de la policía especializada en secuestro, se aprestó a capturar a los delincuentes, quienes, contrario a lo que parece, no eran unos principiantes cantinflescos, pues sacaron sus armas y en la balacera lograron herir a un policía. Habíamos visto tantas expresiones de la criminalidad en este país, pero el secuestro de perros sí me dejó aterrado. Aunque, oh sorpresa, no se trata del primer caso: cuenta la noticia de El Tiempo que en 1998 secuestraron una pareja de bulldogs por la que pedían un millón de pesos. El señuelo, esta vez, fue una perra en celo con la que habían realizado secuestros similares. Nada que envidiarle a la historia del tipo que se levanta una loba buenísima y termina tirado en un mangón, sin plata e intoxicado con escopolamina. A pesar de que semejante ocurrencia delictiva tiene mucho sabor colombiano, no nos creamos tan únicos: en Londres, el lunes 17 de noviembre de 2005, a las 10:45 p.m., fue secuestrada la pata Daphne, estrella de la obra teatral Ducktastic! (¡Patástico!), dirigida por Kenneth Branagh, famoso director de cine y dramaturgo, quizá más identificable porque hizo el papel del profesor Gilderoy Lockhart en la película Harry Potter y la cámara de los secretos. Daphne, una pata de la India cuyo papel en la obra consistía en bajar unas escaleras, hacer unos trucos y terminar con una venia, estaba en su camerino del Albery Theatre, cerca de Covent Garden, cuando un desconocido entró y la sacó en la misma jaula donde reposaba. La recompensa que los responsables de la obra ofrecían por Daphne era de cinco mil libras esterlinas, algo así como veintidós millones y medio de pesos. Scotland Yard de inmediato se dio a la pesquiza del secuestrador y un psicólogo de animales estaba preparado para atenderle los traumas a Daphne cuando fuera rescatada, pero esta nunca apareció. El único beneficiado por el secuestro fue el pato Sabre, quien entró a reemplazar a la desafortunada. No deja de ser sospechosa la conducta de Sabre, habida cuenta de que le bastaron 18 horas de entrenamiento para asumir el papel. Para mí que Sabre se había estado preparando en secreto y fue el cerebro detrás del plagio de Daphne. Mejor suerte corrió Aldo, quien apareció en una veterinaria del barrio Mandalay, en Bogotá, donde los secuestradores lo habían mandado bañar. Estoy muy preocupado. Ahora, además de advertirle a Azul que tenga mucho cuidado al saltar desde lugares altos y recomendarle que no se ponga a torear perros ni a buscarles pelea a gatos más grandes que él, le digo que no se fíe de las gatitas en celo acompañadas de humanos, que pegue el pique apenas se le acerque algún tipo con una bolsa y que no le reciba wiskas a nadie.

Los dos Uribes
Ante el dilema de escoger entre lo humanitario y la seguridad democrática, el Presidente optó nuevamente por lo segundo. Un dilema que lo atormenta.


Había una vez un presidente anticomunista y antiterrorista como pocos. Fue elegido y reelegido precisamente por esa posición vertical, ya que los ciudadanos le admiraban esa firmeza en mantener sus principios ante cualquier presión. Y no había ninguna mayor que la de los familiares de los secuestrados, que imploraban que se hiciera hasta lo imposible para que regresaran sus seres queridos a casa.El mandatario se sentía impotente y en cada oportunidad, les reclamaba a sus mandos militares y de inteligencia por no haber podido rescatar esos rehenes. Aunque la suerte de sus ciudadanos en cautiverio era un tema reiterativo en los medios nacionales, según las encuestas era un asunto secundario y no prioritario para la opinión pública. Es más: la gran mayoría apoyaba una postura intransigente ante las exigencias de los captores. Aun así, este mandatario, Ronald Reagan, uno de los presidentes más populares en la historia de Estados Unidos, estuvo dispuesto a hacer hasta lo imposible para lograr la liberación de los norteamericanos y occidentales secuestrados en Líbano en los años 80. Aprobó, incluso, la venta clandestina de armas a Irán -en ese entonces uno de los países más odiados por los norteamericanos- con el fin de persuadir a los captores libaneses de Hezbolá -aliados de Teherán- de que soltaran a los rehenes. Funcionó brevemente. Liberaron a uno y luego secuestraron a varios más. Reagan puso en entredicho dos pilares de su gobierno -no negociar con terroristas y aislar a Irán- a cambio de una gestión humanitaria. Ese es el mismo dilema que carcome hoy al presidente Álvaro Uribe. Fue evidente en las múltiples declaraciones de la semana pasada, donde en unas abría la puerta a una cumbre Chávez-'Tirofijo' a cambio de la libertad de un grupo de secuestrados -no de todos-, y en otras lanzaba una amalgama de epítetos contra las Farc. En un discurso, el viernes el propio Uribe puso en blanco y negro el conflicto que lo trasnocha: "Tenemos todo el interés en la liberación de los secuestrados, pero tenemos que tener todo el cuidado para evitar el abuso del terrorismo, que nos lleve a crearle confusiones a la política de Seguridad Democrática". Fueron esas 'confusiones' las que en últimas lo llevaron a poner fin a la mediación del presidente Hugo Chávez y la senadora Piedad Córdoba. Las mismas 'confusiones' que alegó para suspender las gestiones para el intercambio humanitario de Álvaro Leyva hace un año, luego del carro bomba de las Farc en la Universidad Militar en Bogotá. Días antes, había hablado hasta de una asamblea constituyente como el resultado final de un proceso de paz.


Esa aparente incongruencia del Presidente -de apóstol de la paz a guerrero, en 24 horas- brota cada vez que coge vuelo la posibilidad de un acuerdo humanitario. La obra se ha repetido una y otra vez en estos cinco años, con el mismo desenlace. Es como si hubiera dos Uribes -el que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por los secuestrados (como Reagan)- y el que piensa que a las Farc no se les puede creer nada, como lo reiteró el viernes: "Cuidado, comunidad: estos terroristas colombianos han sabido convertir en idiotas útiles a todos aquellos que les han dado la mano. Parecen la fiera carnívora". Dada esa retórica tan belicosa y tan rentable en la política local donde el rechazo a las Farc es visceral, a simple vista no parece lógico que durante estos cinco años Uribe se hubiera embarcado en unas iniciativas que contradecían esa postura. Iniciativas que parecían más un triple salto mortal sin red, que el resultado de un cuidadoso análisis político. Muy pocos analistas entendieron las razones que llevaron al Presidente a pensar que excarcelando al guerrillero Rodrigo Granda se avanzaría hacia un acuerdo con las Farc. La experiencia ha demostrado que éstas no responden positivamente a actos unilaterales.Tampoco parecía razonable entregarle a una senadora opositora como Piedad Córdoba y a un mandatario impredecible como Hugo Chávez las llaves del intercambio humanitario, porque era evidente que se podría salir de madre, como terminó ocurriendo. Curiosamente, el darles juego a terceros incontrolables ha sido la única constante del Presidente frente al tema humanitario. A nadie se le ha negado su interlocución. Las Naciones Unidas, Francia, Suiza, España, el ex presidente Ernesto Samper, el ex ministro Álvaro Leyva y Carlos Lozano, el director de Voz, precedieron a Chávez y Córdoba en la labor de buscar algún acercamiento. Aunque para algunos pocos críticos esa disposición abierta del Presidente es una estrategia política de darles 'caramelo' a los familiares y a la comunidad internacional (Francia, en especial), personas allegadas a él no comparten ese análisis tan simplista. Insisten en que hay un intangible que mueve al Presidente a obrar de una manera menos racional en este tema, como le pasó al antiterrorista Reagan: su sensibilidad frente a los secuestrados, muchos de ellos fueron compañeros suyos en el Congreso y en la actividad pública. Al ser Uribe también una víctima de las Farc -mataron a su padre- , se identifica con ellos. Es diciente que en todas estas iniciativas el que siempre ha salido quemado y acusado de insensible es el Presidente. Ni los familiares agradecen el gesto ni la comunidad internacional queda contenta del todo. Si la estrategia busca reducir la presión por un despeje, es un fracaso, como lo demostró la reciente mediación de Chávez. Ya no se hablaba de desmilitarizar Pradera y Florida, sino también del Caguán, una palabra que en las huestes uribistas genera escozor. Y no para liberar secuestrados, sino para una cumbre de jefes de Estado con 'Manuel Marulanda'.Lo increíble es que el mismo Presidente aceptó la posibilidad de ese encuentro en una reunión con el mandatario venezolano en Santiago hace unos días y en un comunicado público el martes pasado. Es probable que Uribe pensara que las Farc no cumplirían con su condición -la liberación de un grupo de secuestrados- y por eso accedió a esa petición de Chávez. Una apuesta arriesgada, que finalmente quedó desechada con la suspensión de la labor facilitadora del Presidente venezolano el miércoles por la noche.Con esa decisión, el acuerdo humanitario quedó nuevamente en un punto muerto. E l comisionado Luis Carlos Restrepo es ahora el responsable de gestionar la liberación de los secuestrados, pero pocos creen que será exitoso. La desconfianza entre el gobierno y las Farc, que ya era inmensa, es aun mayor ahora. Para el gobierno la incapacidad de la guerrilla de producir pruebas de supervivencia incluso para sus potenciales amigos - Francia y Chávez-, demuestra que su exigencia de un despeje tiene motivaciones militares y no humanitarias. Del lado de las Farc, la conclusión es similar: si Uribe es capaz de tratar tan mal a su vecino -el comunicado poniendo fin a la mediación violó los protocolos diplomáticos-, cómo confiar en él. Para ambas partes, como en un círculo vicioso, la actuación de uno confirma lo peor del otro.De todas las mediaciones, ninguna había generado tanta esperanza como la del binomio Chávez-Piedad. Es una verdad de a puño que el intercambio tendrá un costo. ¿Era demasiado permitir el protagonismo del Presidente venezolano y de la senadora liberal, si sus actuaciones estaban dando resultados? ¿Es realmente dañino para el país que las Farc tengan una mayor actividad diplomática, si esto redunda en la libertad de los secuestrados? Todos estos escenarios eran previsibles cuando Piedad ofreció sus buenos oficios al Presidente en agosto. En ese momento, aparentemente, era un riesgo aceptable para Uribe. Hoy, no. Como ha pasado tantas veces en estos años, en la disyuntiva entre escoger entre lo humanitario y la seguridad democrática -su razón de ser-, el Presidente optó nuevamente por la segunda. Quiso evitar la trampa en la que cayó Reagan.

martes, 20 de noviembre de 2007


Los traquetos...


Comienzo por advertir que me pagan por escribir en contra de Raimundo Angulo y su Reinado de Cartagena, como parte de un complot tejido por una siniestra alianza entre Daniel Samper Ospina, arrepentido tardíamente de sus muchos pecados machistas, y la reconocida sacerdotisa feminista Florence Thomas —la Dasflo—, pero no traicionaré mis creencias. Lo siento, Dani, pero tu chequera de vil converso no basta. Yo daría media vida por que continúen los apasionantes concursos de reinitas si me garantizan que los traquetos invadirán el jurásico Club Cartagena y ese hotel con aspiraciones llamado Hilton. Nada me produciría más placer que ver a todas las nenas que merodean los narcos de poca monta, con sus hilos dentales, sus tetas monumentales, sus rostros embadurnados de polvos baratos y sus peinados rococó, robándose las miradas lascivas de los cartageneros de postín en las piscinas recursis de sendos establecimientos. Un concurso sin esos floreros que importan de los Llanos o de cualquier Pereira, y sin traquetos de dedos atiborrados de anillos de oro 99 kilomegawatios e incrustaciones de esmeraldones, es como un club de provincias sin aires de grandeza.Sin esa lobezna fauna los reinados colombianos son, como lo que son hoy día, un Miss Mundo cualquiera, es decir, un espectáculo dantesco al que acude la rancia dirigencia local vestida de hugos y tcherassis chiviaos y el porte de una toma de posesión presidencial bananera. ¡Me muero de la jartera! Además, sin el billete traqueto no hay champañas que descorchar, porque al precio que están las burbujas francesas —las de imitación no sirven en los refinados salones costeños— no hay cachaco capaz de cancelar la dolorosa. Y según los duchos en la materia, nada mejor para coronar una excitante jornada andariega con el ramillete de reinas por las rues de Cartagena (pronunciar Cartayyen aunque se lea Cartagena), que una copita burbujeante de la viuda del viejo Cliquot. Natda.Pero hay muchas más razones para adorarlos a ellos y querer a sus mozas chirriantes que dan vida al majestuoso concurso de Monsieur Angulo, que desde ya pido sea declarado Patrimonio de la Humanidad por lo cultural y porque es más nuestro que la arepa de huevo. El billete es una razón, la plata, otra, y el dinero también cuenta. ¿Quién apuesta por las yeguas ganadoras si no los traquetos de mis entrañas?¡Veinte bultos por la cola rebuena de Antioquia! ¡Treinta por la respingona de Cundinamarca! Se bajan de miles de dólares en un instante sin anestesia ni analgésico, ni nada. Y los cartageneros de dedo parado, de familia miranda, qué más hacen si no tienen con qué ir y menos con qué subir la apuesta por la propia de Bolívar, que será lo que sea la niña, pero es la de casa. ¿Alguien está dispuesto a perderse esas competencias de hembras ahora que nos quitaron las carreras de equinos? Y qué decir del desfile de balleneras. Como a mis amados traquetos no les dejan aún bajarse en el Hilton ni pagar rumba en el Cartagena, pues les queda el mar que es libre y popular y democrático y grande, sobre todo grande —que es a la final lo que cuenta—, para exhibir en todo su esplendor a sus nenas. Cachucha de almirante, braga náutica, prominentes barrigas, mariachis vomitando por la borda, Old Parr venteao y sus princesitas revoloteando por la cubierta del yate alquilado a precio del Queen Elizabeth, pero qué es esa minucia para una jornada marinera gloriosa. ¡Que viva la plata! Y para qué hablar de las siliconas y de las blanqueadas dentaduras y de los cursos acelerados de usos varios de cubertería aristocrática y de los viáticos para las mamás de lágrima floja y de las barras bravas y de los sobornos a los jueces y periodistas y de los baúles de reina de Saba. Alguien tendrá que aflojar la billetera, así sea repujada, para que la competencia siga vibrante y mis reinas brillen como estrellas del firmamento lejano y negro (divina la comparación), porque cuando falta esa platica, vienen las penurias y no hay belleza que valga. Insisto, sin traquetos y sus nenas, el Reinado de Cartagena no es nada. "Y sin reinado no hay vida y sin vida no hay esperanza y sin esperanza no hay destino y sin destino no hay rumbo y sin rumbo, já, sin rumbo. ¡Qué tristeza!".* (*Tomado del libro abreviado Cómo hacer una reina, capítulo cultural, sección poemas).

Asunto: Elogio al mail.


Mi amigo Daniel Samper, en nombre de su revista, me mandó un mail pidiéndome que le escribiera "un elogio del mail". Al principio leí "un elogio del mal" y me quedé preocupado por haber criado una fama capaz de justificar propuestas semejantes. Después, al mirar mejor, me tranquilicé un poco… pero solo un poco. Porque quizá hacer el elogio del mail es en cierta forma hacer también un elogio del mal, o al menos de algunos de los males de nuestra época: el apresuramiento, la despersonalización utilitaria, el atropello de las buenas maneras y de la poética del gesto cotidiano…El mail es algo bueno, desde luego, porque ya nos resulta a todas luces necesario; pero una de las definiciones posibles del mal es "la parte de necesidad que esconde lo bueno".Ante todo, quede claro que manejo mi correo electrónico tres veces al día y siempre agradeciendo su existencia "a los dioses o a la suma del tiempo" (como diría Borges). Durante muchos años, para mí la correspondencia ha sido una auténtica pesadilla. Por diversas circunstancias suelo recibir cotidianamente tantas cartas como un ministro (o, para no exagerar, como un subsecretario), pero carezco de los auxilios burocráticos de que cuentan para atender este aluvión esos prebostes. Para empeorar las cosas, recibí una educación a la antigua y considero una imperdonable grosería no responder aunque sea una línea a quien se ha dirigido a mí de buena fe. De modo que me he pasado durante décadas muchas jornadas escribiendo mensajes más o menos sucintos con letra redondilla —la mía, qué le voy a hacer—, poniendo direcciones en sobres y sus correspondientes remites, pegando estampillas, buscando estafetas, etc… ¡Por Dios, si durante bastante tiempo hasta me dio por lacrar los sobres, por culpa de un bonito sello que me regaló alguien muy querido! Otra fuente perpetua de preocupación era conseguir que mis colaboraciones periodísticas llegaran a tiempo a las respectivas publicaciones. Como suelo estar con demasiada frecuencia lejos de donde hay que estar, hacer llegar las mías antes del cierre de admisión de originales era una modesta y agobiante hazaña, sobre todo en un país como España en que la puntualidad del correo no siempre resulta exquisita. En cada alejado refugio de vacaciones procuraba hacerme amigo del cartero para asegurarme de que no me descuidase y me conozco todas las oficinas postales de bastantes ciudades europeas, que he frecuentado más que las iglesias y los museos, probablemente con menor beneficio para mi alma. De modo que no tengo más remedio que entonar sentidos loores ensalzando el mail y a Outlook Express o similares. Gracias a tan eficaces adelantos, ya no tengo motoristas esperando a la puerta de casa mientras acabo apresuradamente el artículo de la semana y me desembarazo de mis compromisos epistolares con una rapidez que a mí mismo me avergüenza un poco…aunque, para irrisión de mis amigos más modernos, sigo dando a mis mails las fórmulas de cortesía en encabezamiento y despedida de la correspondencia tradicional. Es más difícil curarse de algunas virtudes ya innecesarias que de los peores vicios.De modo que entonces ¿diré que todo está bien? Pues claro, el mail es una bicoca, sería un desagradecido si lo menospreciara. Pero en voz baja confieso que echo de menos ciertas deliciosas incomodidades del antiguo régimen: la pluma que vacila, retrocede y tacha al escribir esa palabra difícil que nos compromete, el temblor de la letra que descubre otro estremecimiento más íntimo y hasta… ¿me atreveré a decirlo?... hasta la tinta corrida por la humedad inoportuna de una lágrima que emborrona la despedida que jamás hubiéramos querido firmar.