lunes, 26 de noviembre de 2007

Amenaza de zoocuestro




Habíamos visto tantas expresiones de la criminalidad aquí, pero el secuestro de perros sí me dejó aterrado.




Ser animal en este mundo dominado por humanos es muy peligroso. Si no lo agarran para ponerlo a pelear con los de su misma especie, como los gallos y los perros, es posible que lo conviertan en filetes empacados sobre bandejitas de icopor refrigeradas si se es vaca, gallina, conejo, pato, pez o crustáceo; o en embutidos piratas si se es caballo; o hasta en insumos para arroz chino en el caso de animales menos comestibles. Si se trata de un animal más exótico, como oso, tigre o elefante, el pobre puede terminar en un zoológico si está de buenas, o quizá animando un circo pobre en el que los payasos le dan fuete y la comida es muy poca. Los de pelaje bonito pueden convertirse en artículo de boutique. O capaz es algún científico de empezar a joder con el ADN del pobre y terminar creando gatos antialérgicos o, mucho peor, cerdos verdes fluorescentes, como sucedió en Taiwán a principios del año pasado. A propósito, ¿cuánta bareta habían fumado los tipos que dijeron "¡ya sé: hagamos cerdos verdes fluorescentes!"? ¿Y cuánta los que les financiaron el proyecto?Pero a pesar de que uno oye y ve tanta cosa, no me había enterado del plagio animal. El mes pasado una banda de secuestradores raptó a Aldo, un perro pastor alemán que se llevaron de su casa en un exclusivo sector bogotano. Al parecer, el pobre Aldo fue sedado y metido entre una bolsa. Luego mandaron pruebas de supervivencia que consistían en fotos del perro encadenado y grabaciones de sus aullidos, para mostrar cómo lloraba en las noches y presionar el pago del rescate, nada más ni nada menos que 630 millones de pesos. El Gaula, división de la policía especializada en secuestro, se aprestó a capturar a los delincuentes, quienes, contrario a lo que parece, no eran unos principiantes cantinflescos, pues sacaron sus armas y en la balacera lograron herir a un policía. Habíamos visto tantas expresiones de la criminalidad en este país, pero el secuestro de perros sí me dejó aterrado. Aunque, oh sorpresa, no se trata del primer caso: cuenta la noticia de El Tiempo que en 1998 secuestraron una pareja de bulldogs por la que pedían un millón de pesos. El señuelo, esta vez, fue una perra en celo con la que habían realizado secuestros similares. Nada que envidiarle a la historia del tipo que se levanta una loba buenísima y termina tirado en un mangón, sin plata e intoxicado con escopolamina. A pesar de que semejante ocurrencia delictiva tiene mucho sabor colombiano, no nos creamos tan únicos: en Londres, el lunes 17 de noviembre de 2005, a las 10:45 p.m., fue secuestrada la pata Daphne, estrella de la obra teatral Ducktastic! (¡Patástico!), dirigida por Kenneth Branagh, famoso director de cine y dramaturgo, quizá más identificable porque hizo el papel del profesor Gilderoy Lockhart en la película Harry Potter y la cámara de los secretos. Daphne, una pata de la India cuyo papel en la obra consistía en bajar unas escaleras, hacer unos trucos y terminar con una venia, estaba en su camerino del Albery Theatre, cerca de Covent Garden, cuando un desconocido entró y la sacó en la misma jaula donde reposaba. La recompensa que los responsables de la obra ofrecían por Daphne era de cinco mil libras esterlinas, algo así como veintidós millones y medio de pesos. Scotland Yard de inmediato se dio a la pesquiza del secuestrador y un psicólogo de animales estaba preparado para atenderle los traumas a Daphne cuando fuera rescatada, pero esta nunca apareció. El único beneficiado por el secuestro fue el pato Sabre, quien entró a reemplazar a la desafortunada. No deja de ser sospechosa la conducta de Sabre, habida cuenta de que le bastaron 18 horas de entrenamiento para asumir el papel. Para mí que Sabre se había estado preparando en secreto y fue el cerebro detrás del plagio de Daphne. Mejor suerte corrió Aldo, quien apareció en una veterinaria del barrio Mandalay, en Bogotá, donde los secuestradores lo habían mandado bañar. Estoy muy preocupado. Ahora, además de advertirle a Azul que tenga mucho cuidado al saltar desde lugares altos y recomendarle que no se ponga a torear perros ni a buscarles pelea a gatos más grandes que él, le digo que no se fíe de las gatitas en celo acompañadas de humanos, que pegue el pique apenas se le acerque algún tipo con una bolsa y que no le reciba wiskas a nadie.

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